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Foto del escritorFrancisco Verdayes Ortiz

LA MUERTE EN LOS MAYAS; EL MES XUL EQUIVALE A NOVIEMBRE



* Del regreso de Kukulcán al retorno de las ánimas, siempre han creído en la inmortalidad del alma

Por María Teresa Gamboa Gamboa * / Revista Pioneros


* Periodista, escritora e historiadora. Fue titular del Archivo Histórico de Quintana Roo. Falleció en la ciudad de Mérida el 2 de marzo de 2011.

La muerte, enigma y misterio ante el cual el hombre se ha sentido perplejo y empequeñecido. Crisis a la que el ser humano ha buscado respuesta. Así, en la cultura maya la muerte ha sido considerada como vida después de la vida; convirtiéndose en una continuación de la otra.


Los mayas prehispánicos tenían tres moradas para los muertos:

* El inframundo, paso obligatorio de las ánimas que eran acechadas y atacadas por espíritus malignos,

* El paraíso situado en los cielos; lugar de reposo para muchas personas y, finalmente...


* La morada celestial a la que iban los guerreros y las mujeres que morían de parto.


Fray Diego de Landa hace referencia a este concepto de inmortalidad del alma, diciendo en su libro Relación de las Cosas de Yucatán, escrito en 1562: …


Que estas gentes siempre han creído en la inmortalidad del alma… si eran buenos iban a un lugar muy deleitable, donde ninguna cosa les diese pena y donde hubiese abundancia de comida y de bebida de mucha dulzura, y en un árbol que llaman yaxché, muy fresco y de gran sombra que es Ceiba, debajo de cuyas ramas y sombras descansen y holgasen todos siempre…


Otra referencia a las festividades de noviembre (mes XUL del calendario maya, del 24 de octubre al 9 de noviembre) que hace Diego de Landa, es la celebración que los mayas hacían es el regreso de Kukulcán, que según pensaban se había ido al cielo con los dioses, después que dejó la península de Yucatán.


El día 16 de Xul se juntaban los sacerdotes en Maní. La gente llegaba al templo de Kukulcán, tendían abajo sobre hojas los ídolos, sacaban lumbre nueva y comenzaban a quemar copal y a ofrecer comidas y bebidas de sus habas y pepitas de calabaza.


Decían y tenían muy creído que bajaba Kukulcán el último día y recibía sus ofrendas. Llamaban a esta ceremonia Chicckabán.


Acordes con el concepto de muerte y sus costumbre funerarias, los muertos eran amortajados rellenándoles la boca de maíz molido. Colocaban entre los dientes pedazos de jade, obsidiana y granos de cacao para que no les faltara alimento en el camino al cielo.

Los mayas tenían en los santuarios de sus casas, estatuas de madera ahuecadas, donde eran depositadas las cenizas de alguna parte del cuerpo de sus muertos que eran reverenciados todos los días de sus fiestas.

EL HANAL PIXAN

Lo anterior ya es una clara referencia en cuanto a los antecedentes de la celebración del día de muertos y sus ofrendas llamada Hanal-Pixán (comida de las ánimas) que aún es celebrado en todo el ámbito de la península de Yucatán.


Según las tradiciones mayas actuales, los días de muertos, es la oportunidad que tienen las ánimas para regresar a la tierra por una semana para disfrutar con sus familiares, recibiendo de los vivos los rezos y comidas durante su estancia terrenal.


Cuando los airecillos fríos del norte aparecen en la calidez de nuestra tierra, ciertos sentimientos de alegría y nostalgia invaden nuestro espíritu… ¡Se aproximan las fiestas de difuntos! Instintivamente volvemos los ojos del alma hacia familiares y amigos difuntos, los cementerios son deshierbados, las tumbas reciben su “manita de gato” y comenzamos con los preparativos para montar el altar de las ofrendas.


Este altar lleno de simbolismo en los que se combinan los cuatro elementos básicos de la vida: agua, aire, tierra y fuego, es preparado a partir del día 31 de octubre cuando las ánimas de los niños comienzan a llegar; a ellos hay que iluminarles el camino con velas para que no se pierdan en el trayecto y no sean atacados por “espíritus malignos”.


Sus ofrendas están en relación a los gustos infantiles: atole nuevo, chocolate, pibinal o maíz cocido bajo tierra, dulces de calabaza melada, papaya, mazapán de pepita, etcétera, y para divertirse unos simpáticos silbatos de barro, luego vendrán los rezos precedidos por la cruz de madera engalanada de hipil, en el ambiente purificado por los sahumerios de copal, y el chisporroteo de las velas de colores.


Los días 1 y 2 de noviembre llegan las ánimas de los adultos. Parientes y amigos se reúnen en las casas para la preparación de la comida: el mucbiluah o pibil–xpelón, pollo o puerco en chirmole, se colocan los canastos llenos de frutas como la naranja, mandarina, jícama, macal, camote, yuca con miel, tortillas en su “lek” (1) o cigarros “holoch” (2).


Ricuras confeccionadas para las ánimas sin olvidar al ánima sola y ofrecidas a través de los rezos y rituales conocidos como “rezadores de oficio”. A partir de este momento se reparte entre los asistentes el “matán” (3) en obsequio.


Después de esta convivencia en la que se conjuga la vida con la muerte, queda la duda ¿es vida o es muerte la vida?

(1) Jícara semicerrada en la que se mantienen calientes las tortillas

(2) Cigarros hechos con el “holoch”, hoja de maíz

(3) Manjar ofrecido a los muertos pero que en realidad comen los vivos

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