Existe un libro del pastor presbiteriano Henry van Dyke titulado “La historia del otro Rey Mago”. No se sabe con precisión si fue sólo una novela basada en leyendas o una hipótesis científica-histórica, acerca de la existencia de un cuarto Rey Mago que, al igual que Melchor, Gaspar y Baltasar, acudió al nacimiento del niño Dios pero siempre llegó tarde a la cita.
Este cuarto Rey Mago también vio la Estrella de Belén y partió para seguirla. Su nombre era Artabán y era originario de la región montañosa de Persia. Él, también como los otros tres Reyes Magos, había calculado de los escritos del Hebreo Daniel y de las antiguas tablas de Caldea, el tiempo y el año de este evento, el nacimiento del ser prometido. Ellos estudiaron el cielo. Vieron una nueva estrella que brilló sólo una noche.
La historia cuenta que el cuarto Rey Mago estaba yendo a encontrarse con los otros tres en un lugar fijado, cuando ellos vieron la estrella nuevamente. Entonces iban a ir a Jerusalén a adorar al nuevo Rey que había nacido. Ellos habían calculado que de cualquier manera el viaje en camello, requería de tres a nueve meses.
Otra información dice que los tres Reyes Magos se encontraran en Jerusalén en el Palacio de Herodes, habiendo venido por tres rutas diferentes y cada uno entrando por diferentes puertas sin saber nada de los otros dos.
Artabán vendió sus posesiones y compró tres joyas, una perla, un zafiro y un rubí para entregarlas como presente. Él les dijo a los estudiantes que le seguían que podían venirse con él, pero ellos se negaron. Luego, la estrella fue vista de nuevo. Esto fue en el momento del nacimiento de Jesús. Artabán partió solo.
En el camino encontró a un hombre agonizando. El estaba agobiado por esta demora ya que apenas tenía tiempo para cumplir con su compromiso. Si se quedaba para ayudar a este extraño, probablemente perdería a los otros reyes, pero él debía salvar la vida del hombre.
¿Pondría él en peligro su persona y la recompensa, por realizar un acto de caridad? ¿Permitiría él que alguien interfiera en el seguimiento de la estrella? Dijo una oración y volvió para ayudar al hombre que estaba en el piso. El mago, por supuesto, sabía cómo suministrar curación y estaba equipado para este servicio.
Después de algunas horas, el hombre se incorporó y Artabán le dijo que él era un mago (blanco), de Ectabana, y que estaba en el camino a Jerusalén en busca de un ser nacido para ser el Mesías, “el liberador del hombre”. Él le dio hierbas sanadoras y algo de comida que tenía para el hombre, le dijo que podía encontrar refugio con los hebreos de Babilonia que estaban cerca. El hombre rezó a Dios para bendecir y prosperar su viaje, y dijo que no tenía nada para darle por sus servicios prestados, pero pudo decirle que buscase al Mesías en Belén y no en Jerusalén.
Artabán llegó a su destino al amanecer, pero a causa de su acto de compasión había perdido la caravana que cruzaba el desierto. El vendió el zafiro para poder conseguir un viaje al desierto y partió. Arribó a Belén después que los tres Reyes Magos estuvieron allí. El lugar parecía casi abandonado. Le informaron acerca de una joven mujer meciendo a su bebé, en cuya casa él se estableció, y que algunos extranjeros del Lejano Oriente habían estado en el pueblo tres días atrás.
Ellos fueron guiados por una estrella, le rindieron homenaje al niño y desaparecieron, también le dijeron que la familia había huido esa misma noche presumiblemente a Egipto. Desde entonces, parecía haber algo malo en la atmósfera ya que fueron enviados los soldados romanos.
Mientras él estaba allí, los soldados de Herodes salieron por las calles con espadas. Se escucharon los llantos de las mujeres exclamando que ellos estaban matando a sus bebés. Artabán se paró en una puerta y no se movió ante la aproximación de los soldados.
Ellos se sorprendieron y vacilaron por su porte y su vestimenta. Entonces el capitán trató de avanzar hacia él. Artabán no se movió pero sostuvo la mirada firmemente, rechazándolo por un instante; luego, en voz baja, habló y le dijo que él estaba sólo en la casa y que le daría el rubí, mostrándolo, si lo dejaba en paz. El capitán tomó la gema y le ordenó a los soldados que se marchasen, diciendo que no había niños en la casa.
Artabán fue hacia adentro de la misma y pidió perdón por haber dicho algo que no era verdad, pero lo había hecho, para salvar a un niño. El había gastado para la causa del hombre dos de sus regalos que estaban destinados para el servicio a Dios. Por esa razón, ¿sería alguna vez digno de ver al Rey? La mujer, derramando lágrimas de alegría porque él salvó la vida de su niño, pidió que el Señor lo bendijera, lo protegiera y le diera paz.
Artabán continuó su búsqueda del niño Cristo. El fue a Egipto con la esperanza de encontrar algún rastro de la familia de Belén. Ligeras huellas lo llevaron a Heliópolis, al Nilo y Nueva Babilonia, también a las Pirámides, a La Esfinge y Alejandría. Aquí fue informado por un rabino, que leyó de las profecías de Israel, que al Rey que él estaba buscando, no lo encontraría en lugares suntuosos, pero sí entre los pobres y oprimidos.
De esta manera, viajó y viajó en su búsqueda para adorar al Rey. Se dio cuenta que muchos necesitaban ayuda. Asistió y curó a varios quienes lo mantuvieron tan ocupado, que casi olvidó su objetivo. Mientras tanto aún mantenía uno de sus tres presentes, la perla.
Artabán estaba seguro de que con ésta compraría la libertad de Cristo. Pero aún en el camino hacia el lugar encuentra a una mujer que está siendo amenazada con golpearla y aún, matarla si no paga las deudas de su padre. Una vez más Artabán ofrece la perla, su última posesión, a cambio de la vida de la mujer.
Ahora realmente no le quedaba nada. Todo lo que tuvo, la intención de entregar en adoración lo ha dado al servicio de la humanidad. Para aumentar sus tribulaciones, Artabán recibe el golpe de una piedra que cae de una estructura que se estaba derrumbando debido al terremoto que acompañó a la crucifixión. Estaba seguro de que moriría sin ver jamás a su Señor. Pero mientras yace sangrando y moribundo, escucha una débil voz desde muy lejos.
“En verdad os digo, todo lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos, lo habéis hecho conmigo”. Artabán pide perdón por haber llegado demasiado tarde pero la voz le contesta: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Al oír esto el cuarto Rey Mago, muere feliz sabiendo que sus regalos sí fueron recibidos por su Señor.
En 1985 la vida de Arbatán fue llevada a la pantalla con la película “El cuarto Rey Mago” del director Michael Ray Rhodes, teniendo como protagonista al destacado actor Martin Sheen.
(Con información de A.D.K. LUK y Leo Buscaglia)
Disfruta la película