Orgulloso de sus orígenes cozumeleños, por azares del destino nació en Campeche, y en donde también estudió para profesor
Alumno fundador de la primera escuela secundaria de Cozumel
“El maestro debe ser un hombre de vocación, un hombre que quiera realmente al magisterio y el magisterio es un apostolado”
Cozumeleño por donde se le quiera ver, excepto, paradójicamente, por el hecho de no haber nacido físicamente en la isla de sus amores. Así inicia la charla con Jorge Martín Angulo, a quien todos sus paisanos conocen cariñosamente como el profesor “Coqui”.
Nuestro personaje ha ocupado destacados cargos dentro de la política local; baste señalar que fue presidente municipal de esta ínsula, pero hoy se reserva hablar de la administración pública y sólo acepta la entrevista cuando se le pide nos platique de su historia de vida que es, sin lugar a duda, un ejemplo para las nuevas generaciones.
“Coqui” nació el 10 de enero de 1939, lo que lo hace ser un hombre de 78 años de edad. Sus padres fueron Gerardo Martín Pinto y Julieta Angulo Vivas. Es nieto por línea paterna de Macario Martín y de Lucrecia Pinto, y por línea materna de Ramón Angulo y de Carmen Vivas. Todos ellos cozumeleños, pero el destino le hizo una travesura a él y a sus hermanos, Ramón y Lucrecia (q.e.p.d.), pues por azares del destino nacieron en Ciudad del Carmen, Campeche.
Lo anterior se debe a que su señor padre, don Gerardo Martín Pinto, era cocinero de la Armada de México y por aquel entonces fue comisionado para trabajar en Ciudad del Carmen, Campeche, lugar al que se trasladó con su familia, hasta esos momentos integrada por sus hijos Rafael, Carmita y Raúl, y ya en territorio campechano llegarían “Coqui” y dos de sus hermanos, aunque regresaría a Cozumel a los tres años.
“Muchos niños nacían en otro lado por cuestiones de ginecólogo –explica el reconocido profesor– Luego los registraban en Cozumel, pero ese no fue mi caso ni el de mis hermanos porque mi padre no tenía los suficientes medios para hacerlo”.
Jorge Martín Angulo recuerda con especial afecto que a su regreso a Cozumel empezó estudiando con la maestra María Viana, quien a pesar de no estar titulada –dice– era una persona admirable y de gran valía. Luego, de ahí pasaría a la emblemática primaria Benito Juárez en donde cursó tercero, cuarto, quinto y sexto año. La mala noticia es que acabada la escuela no había la posibilidad de continuar, pues por aquellos años Cozumel carecía de secundaria. “La gente pudiente solía mandar a sus hijos a colegios fuera de la isla, pero para las familias de escasos recursos esto significaba el fin de su educación”, dice en tono triste,.
Pese a ello, “Coqui” recuerda que en aquel tiempo (1954) ya se estaba trabajando en la creación de una escuela secundaria (La “Gabino Barreda”) que en un principio fue por cooperación:
“Recuerdo el nombre de los maestros federales que vinieron –comenta el entrevistado–, eran los profesores Mauro Palma Soriano y Manlio Ordóñez Óliver. Eran los dos únicos maestros federales, normalistas. Mauro era Literatura y Manlio de Matemáticas. Excelentes maestros, buenos hombres, todos los querían”.
Las demás asignaturas eran por cooperación, por ejemplo –le viene a la memoria al profesor Martín Angulo: “Don Carlos Namur Aguilar nos daba Inglés; Don Gonzalo de Jesús Rosado Iturralde daba Civismo; el profesor Rogelio Rivero Alvarado nos daba Historia; don ‘Nito’ Becerra nos daba Carpintería; Pepito Allen nos daba Electricidad; un militar llamado Edmundo Santamaría nos daba Educación Física, Lupita Mac daba clases a las muchachas de Repostería, Costura y todo eso. Todavía vive; es una bellísima persona. Todos ellos formaron la escuela”.
“USTEDES ALLÁ YA TIENEN BECA”...
Entre risas, el maestro Jorge Martín Angulo nos platica una anécdota:
“Recuerdo que cuando ya faltaban 15 días para salir de la secundaria (1957), el profesor Rogelio Rivero Alvarado empezó a preguntarle a los alumnos que qué íbamos a hacer una vez concluida la secundaria. Roque Sánchez Lanz le dijo que iría a estudiar a la Ciudad de México a la escuela militar; Pepe Borge, tío del exgobernador también iría a la capital del país…
“También eran mis compañeros clase Pedro Casteleiro, Miguel Rivero, Gildardo Coral, Heliodoro Silva y Becerra, Trini, Edgar García Morgan, Dorita Solís… Y entonces me preguntó: ¿y tú Martín?, Coqui, ¿tú qué vas a hacer, a dónde vas a ir?... Le respondí: maestro pues yo voy a buscar un empleo, voy a buscar algo, aunque sea barrer una oficina o ser el conserje en una escuela… ¡No! – me dice– tú tienes que seguir estudiando porque este grupo de muchachos debe dar el ejemplo a los demás, entonces el profesor me hizo la pregunta ¿no te gustaría ser maestro? Como que me prendieron las luces –se emociona el entrevistado– Yo vi la fortaleza del maestro, su disciplina, su educación, su trato, así que sin pensarlo le dije ¡sí!, sí maestro, sí quiero ser profesor… Entonces me dijo que irían tres: ‘búscate a otros dos muchachos para que sea un grupo y yo los voy a mandar a la escuela donde yo estudié, a la Escuela Normal Rural de Hecelchakán, Campeche, en donde había hijos de campesinos, gente muy humilde; no me importó.
“Recuerdo que invité al profesor William Villanueva (q.e.p.d), y otro de ellos era mi primo Miguel Rivero Martín, pero a última hora nos falló, entonces invité al profesor Gildardo Coral Kiní, y él en dos días se preparó. Nos fuimos a Hecelchakán (risas)… y el profesor Rogelio nos dijo ‘ustedes llegan allá y ya tienen beca’, era un internado. Nosotros nos fuimos muy confiados, pero cuando llegamos allá y le dijimos al maestro Eladio Novelo Gil que venimos de Cozumel y que ya teníamos beca, nos sacó del error: ‘Les engañó el profesor Rogelio, aquí quien se queda tiene que presentar examen de admisión’, y nos quedamos.
“La primera noche no conocíamos a nadie, incluso en una de esas llegamos a dormir en el parque de Hecelchakán, y otra vez nos acostamos en las bancas de la Comisaría. Pedimos permiso y nos dormimos allá, obviamente no teníamos para pagar un hotel. ¡Bendito sea Dios nos quedamos! Estudiamos, salimos a los tres años con la gran ventaja que el maestro salía con plaza, no escogías el lugar, te daban el lugar donde tú hacías falta, inclusive había compañeros de la generación a quienes mandaron afuera, a Veracruz, a Nayarit, y nosotros tuvimos la suerte de quedarnos en Quintana Roo por ser quintanarroenses.
LA ESCUELA DE KANTUNILKÍN
“Yo recuerdo que cuando comencé a trabajar lo hice en un pueblito que se llama Agua Azul, no estuve mucho tiempo. Luego me cambiaron a Valladolid Nuevo, ahí sobre la carretera que va a Puerto Juárez. Allá yo era el director, el maestro, el conserje, era todo; hice como dos años, pero vino don Ramón Heredia, que era nuestro inspector, y dijo: ‘Necesito que vayan a Kantunilkín porque la escuela se está deteriorando y veo que ustedes tienen ganas de trabajar’ y nos mandaron a los tres cozumeleños, a Gildardo, a William y a mí…
“Para ir a Kantunilkín teníamos que salir de Cozumel, viajar a Mérida, de Mérida a Valladolid, de Valladolid a Tizimín, de Tizimín a la Colonia Yucatán, y luego bajábamos a Kantunilkín. El pueblo era chico, no había luz, no había nada, pero estábamos contentos, en total éramos seis maestros.
“A Gildardo Coral lo nombraron director de la escuela, yo era su ayudante, pero también estaba William Villanueva, Manuel Jiménez Gep, la profesora Benigna, que era una señora ya grande, y Enrique Aké, de Campeche, a quien conocimos en la escuela de Hecelchakán y trabajamos bien.
“Estuve dos años en Kantunilkín y luego me dieron el cambio a Cozumel, para eso ya llevaba cuatro de andar en los pueblos y allí es en donde te haces maestro, ahí es donde te pules como vulgarmente se dice, allá aprendes a enseñar a los niños humildes, a los niños pobres. Yo en mis ratos de ocio, ¿te acuerdas que mi hermano Rafael Martín ‘Rach’ era peluquero? Pues yo también aprendí a pelar, claro no como ‘Rach’, pero allá, en los sábados, yo le cortaba el cabello a los niños que estaban todos peludos (ríe), esto delante de los padres y es una forma de ganarte su confianza, su aprecio, así lo hice en Agua Azul.
EL REGRESO A COZUMEL
“En 1964 me cambiaron a Cozumel… Yo salí de la escuela normal en 1960: estudié de 1957 a 1960; y la secundaria de 1954 a 1957, fuimos los alumnos fundadores.
“En Cozumel me inscribieron en la Benito Juárez. Yo me dediqué a enseñar a alumnos a leer y a escribir ese era mi grupo, y la maestra Sarita Rivero, mis respetos para ella, me dice: ‘Quiero un buen maestro para primer año’, pero ya era octubre, ya había perdido septiembre y parte de octubre. Le digo, maestra es que ya perdí dos meses. No, lo que pasa, me responde, es que no te sientes capacitado. Sí maestra, pero ya perdí dos meses. Bueno, tomé el grupo. Yo al alumno lo agarraba en septiembre y para diciembre ya leían perfectamente bien, lo demás, enero, febrero, marzo, abril, mayo y junio era para afirmar la lectura, enseñarles números y cositas que marcaba el programa…”
“Más adelante pedí que me pasaran a la escuela Leona Vicario porque sentía que ya había cumplido con mis obligaciones en la Benito Juárez, y allá les hacía falta un maestro que enseñara a leer. A mí me gustaba el primer año: recibirlos chiquitos y pulirlos; niños que lloraban, que no querían entrar y eso me gustaba, y pedí irme a la Leona Vicario”.
¿Recuerda a algunos de sus alumnos a quienes haya enseñado a leer y a escribir?
“Actualmente profesionistas y grandes muchachos a quienes respeto y me respetan están: Fernando Negrón, hijo del doctor Negrón; está el doctor Valencia; está Blanquita Uch Meza, que ahora es la recaudadora de Rentas; Amir Mendoza Martín que es arquitecto, yo le enseñé a leer ya escribir, fue de Catastro por mucho tiempo, un excelente profesionista. Tengo al ingeniero Francisco Javier Velarde Silva “Franco”, que actualmente da clases de Matemáticas en la secundaria, y a Miguel Ramón, mi hijo, a quien yo mismo enseñé a leer y a escribir, y de quien, por cierto, tengo una anécdota que quiero conversarte…”.
El profesor “Coqui” está casado con la también cozumeleña Rosa María Azueta con quien tuvo tres hijos: Miguel Ramón, licenciado en Relaciones Internacionales; Jorge Alberto, licenciado en Administración de Empresas, y Julieta del Carmen Martín Azueta, licenciada en Sistemas Comerciales…
PROFESOR DE SU PROPIO HIJO
“Cuando yo trabajaba en la Benito Juárez a mi hijo Miguel Ramón yo lo llevaba a la escuela, obvio, pero llegando al colegio le decía anda a tu aula. En el primer año yo le enseñé a leer y a escribir, también le di segundo; el tercero ya se lo dio el profesor Gildardo Coral; el cuarto don Luis Celarain; el quinto el profesor William Villanueva, y decía mi esposa, doña Rosita, por qué no le das diploma a mi hijo si es inteligente. Si Rosa es inteligente pero no puedo darle diploma, y por qué le das a Federico (Ruiz), yo le enseñé a leer, por qué le das a Velarde y a Valencia… Bueno pues porque es mi hijo y van a decir que le estoy regalando el diploma... Pues no estoy de acuerdo, me decía mi esposa, y cuando iba a entrar a sexto año, le pregunto con qué maestro quieres que estudie, ¿con la maestra Eunice o con el profesor Ángel? Con ninguno de los dos, ya lo inscribí en la Vicente Guerrero y te voy a demostrar que mi hijo va a sacar diploma vas a verlo… ‘Ta bueno, le dije, la Vicente Guerrero está a una cuadra y al finalizar el año Miguel Ramón sacó diploma y dio el discurso de despedida de la escuela … No te lo dije, me reclamó mi esposa. Sí, tienes razón, Miguel Ramón era muy aguzado, del equipo de Federico, de Pancho, de Velarde, muy aguzado, pero no podía darle diploma precisamente por ser mi hijo”.
¿Cuándo le empezaron a decir Coqui?
“Desde muy chico, ya ni lo recuerdo…. En la escuela y en mi casa; mi abuelo Ramón me decía “Coqui” y a mi hijo Alberto también le dicen “Coqui” porque es Jorge Alberto…”
Usted fue padre y maestro al mismo tiempo…
“Ser padre es una bendición de Dios porque formas su carácter, a tus hijos les das valores, les enseñas a andar por el camino recto… El maestro educa, sí, pero la enseñanza del maestro la tienes que compartir con el padre de familia. El alumno o el hijo está con el maestro cinco horas nada más y el hijo está con el padre 19 horas, ¿si me explico?… Come, desayuna, cena, duerme… Bueno, cuando ya son jóvenes pues ya agarran sus alitas pero cuando son chamacos hasta los 12 años están bajo tu tutela, hasta que no sean mayores de edad, y aun siendo mayores de edad, si son estudiantes y viven en la casa, tienes la obligación, como padre, de cuando menos oírlos… Yo en forma muy especial, sin halagos, me llevo muy bien con mis hijos. Tengo relación con ellos, platico, converso y comemos juntos”.
¿Cómo recuerda ese Cozumel de su niñez?
“Realmente Cozumel era un pueblito de 1,500 habitantes… La gran ventaja que tuvo Quintana Roo fue convertirse en Estado Libre y Soberano. Decía don Carlos Namur, mi maestro de Inglés, que Cozumel tiraba a ser un centro turístico”.
¿Desde cuándo vive en este domicilio? Desde que yo tengo uso de razón usted vive en esta misma casa de la avenida Juárez…
“Bueno, mira, te voy a explicar… Cuando yo era chamaco vivía aquí cerca de donde está la iglesia, en donde está el Abuelo Gerardo…”
¿O sea donde estaba la peluquería de “Rach”, su hermano?
“Exacto, allá era nuestra casa. Ahí viví de niño, pero cuando yo me casé en 1965 viví un tiempo en la casa de mi suegro don Ramón Azueta, ahí frente a ‘Chito Retranca’, por ahí en una casa de madera. Luego alquilé una casa de mi primo Tránsito Villanueva “Chapus”, en donde estuve varios años, pero trabajando con un señor, don Luis Celarain Montero, que era dueño de cuarta manzana, comencé, valga la palabra, a ‘enamorarlo’ para que me vendiera este pedazo de terreno… ‘Oiga don Luis véndame un pedazo, yo quiero ser su vecino’ porque realmente yo lo respetaba mucho, era muy inteligente y le aprendí mucho cuando trabajamos en la Benito Juárez. Total, para no hacerte más largo el cuento me vendió este terreno en la cantidad de 15 mil pesos, que era un dineral. Después comencé poco a poco y me pasé a esta casa cuando Alberto, mi hijo, tenía 8 meses de edad, de eso hace 45 años que tenía su corralón ahí y pasaba la gente y decía mira que bonito niño”.
¿Cuál es el perfil que debe tener un profesor?
“El maestro debe ser un hombre de vocación, un hombre que quiera realmente al magisterio y el magisterio es un apostolado. Yo veía a los niños y me daba gusto estar con ellos, platicar con los muchachos. Quien se dedique a ser maestro que no lo agarre como una tabla de salvación, porque no pude ser ingeniero, porque no pude ser doctor, porque no pude ser abogado, pero sí pude ser maestro, no… No, yo quiero que le nazca la vocación para ser maestro, que enseñe a los niños, que tenga ese apostolado, esa fuerza, esa furia, ese coraje de enseñar a un niño. Quien lo toma por las vacaciones, que por esto o por lo otro no creo que sea realmente un maestro”.
Jorge Martín Angulo dejó de dar clases frente a grupo en 1980, luego de 20 años de trabajo cuando por aquel entonces los profesores podían estar comisionados en otras actividades, y sobre este punto señala: “Sí, por aquel entonces se permitía que te comisionaran. Actualmente con las reformas pues cada quien en su lugar y que bueno, que bueno porque si eso hubiera pasado antes yo habría seguido en la escuela”.
Así la finaliza la entrevista con el famoso profesor Jorge Martín Angulo "Coqui”.